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Los caminos ancestrales  sobreviven a la revolución del cemento.

Los estudios y diseños de caminos ancestrales se realizarán en Pueblo Rico en los tramos Itaurí – Chatas, La Punta – Embordo y Dokabú – Alto Currupipí, y en Mistrató, Jeguadas – Purembará y San Antonio del Chamí – La Unión.
Cuando en Colombia se habla de la revolución de la infraestructura, proyectos de vías 4G y la inversión de más
de $40 billones que, según datos del Ministerio de Transporte, han permitido tener 568 kilómetros nuevos entre dobles calzadas, segundas calzadas, túneles y viaductos, en Risaralda aún hay poblaciones que, alejadas del bullicio de las moles de cemento, viven sus costumbres entre caminos improvisados enclavados en agrestes montañas.

En busca de esos caminos ancestrales que el Gobernador Sigifredo Salazar busca mejorar, llegamos hasta la vía Pereira – Chocó, donde se irrumpen los visos de esta revuelta de cemento y carros para darle paso a otra revolución
situada en la vereda Itaurí del municipio Pueblo Rico.

Este paraje, en medio de una carretera agreste, donde las montañas amenazan con tirar árboles, piedras y todo lo que está a su control; en pedazos de vías sin indicios de las 3G y mucho menos 4G, se encuentra con una aglomeración de indígenas y caballos, que nos recuerda una película del oeste americano.
Miradas sigilosas, murmuros y risas, enrarecen el ambiente ante la presencia de personas que, con camisa al cuerpo, jean y botas que no corresponden al terreno empiedrado y montañoso, distantes a los que están acostumbrados a recibir por parte de sus habituales vecinos, se irrumpe con un saludo e identificación parte de los funcionarios de la Gobernación de Risaralda, adscritos a la Secretaría de Infraestructura.

Para romper el denso clima, se explica a los líderes el motivo de la visita, el cual es el inicio de los estudios y diseños, en una gestión del Gobernador Sigifredo Salazar de $400 millones ante el Ministerio de Transporte, para
buscar una solución que permita mejorar esos caminos que demoran en recorrer entre 4 a 6 horas, diariamente.

Ante esas palabras, que son un respiro mientras están a la espera de los víveres que traigan sus familiares de Pueblo Rico, hay risas y recomendaciones para el viaje inhóspito que se debe emprender, en una ruta parecida a una etapa de alta montaña de un evento ciclístico, entre curvas, descensos y altos ascensos.

Para empezar, un sendero con pequeñas rocas que parecen agujas y una altitud ideal para práctica ciclomontañismo, acompañan el inicio del recorrido hacia Chatas. El trayecto, es acompañado por matas recién regadas y árboles vigorosos, dando un ambiente fresco y puro, donde se topa con caballos cargados de canastos de plátano y maíz, que suben a paso cansino, fruto del largo viaje.

“Necesitamos este caminito porque estamos muy lejos, que nos apoyen los ministerios… Esto nos conecta a Cundumí, Diamantes, Palmita y Chatas y hay cuatro horas de camino”, comentó montado en un caballo a la mitad de
una loma agrietada por la erosión, Albeiro Arce, indígena de la vereda Palmitas.

El avance por el camino es lánguido, pues los pasos se dan en cámara lenta por lo angosto y tosco del trazado, el precipicio que se vislumbra alrededor y el fango que se ha mezclado en días de calor y lluvia, donde se sigue
cruzando a cuenta gotas con personas de la zona a pie o en caballo, quienes solo atinan a decir: “Buenos días”.

El único vestigio de la civilización, es el ruido de un equipo de sonido que entona un vallenato de los clásicos combinado con un reggaetón moderno; y un puente atirantado en madera sobre el río Mapa, único paso en el que
se siente seguridad y descanso.

Luego de una hora de camino, está Evelio Siagama Guatiquí, líder de la comunidad Cundumí, luego de conocer el propósito de la visita dijo: “Para nosotros es bien importante para que nos den este camino ancho es para el
bien de las comunidades indígenas, como vemos este es un camino importante para transportar sus productos, pero no se pueden transportar por el camino muy largo de distancia y queremos la viabilidad del transporte y sacar los enfermos”.

Agregó que “de Itaurí para llegar a otro tramo al municipio de Mistrató está a 7 horas de camino para llegar a la vereda Chatas… en este resguardo se transporta el chocolate, la yuca, el maíz, panela y el plátano”.

De regreso a las camionetas, se emprende la ruta hacia Dokabú. El trayecto no cambia y el asfalto se combina con las piedras. En este sitio se encuentra una población triétnica, indígenas, afrodescendientes y mestizos; una zona
comercial al verse el tránsito de motocarros que llevan a los nativos hasta ‘Santa’, llamando así a Santa Cecilia, corregimiento donde se aprovisionan de víveres y, no puede faltar, la cerveza.

El trayecto se inicia a 600 metros sobre el nivel del mar para tomar una larga pendiente. Ya las fuerzas no alcanzan para la caminata por la misma dificultad del terreno, angosto y lleno de piedrillas, para lo cual mejor se decide marchar a caballo hasta Alto Curripipí.

El panorama no cambia, lo único es el sonido ambiente acompañado del río que borda el camino y los pájaros que se posan sobre la zona boscosa, la cual protege a los viajeros del sol inclemente.

Luego de hora y media, ¡uf! llega el descanso. En Paparido, el recibimiento fue diferente… niños sin ropa y descalzos, alzan la mano dando la bienvenida, acostumbrados a la presencia de visitantes, ya que durante la travesía cruzaron funcionarios de varias entidades nacionales.

Descendiendo al margen de la rivera, al notar la presencia de los funcionarios que sacaban sus herramientas para medir el puente que colapsó hace varios años por la creciente del río San Juan; de un momento a otro se tuvieron cientos de ojos que se asomaban desde la peña y, otros más osados, fueron hasta las piedras que dejo aquel suceso.

Allí hizo su aparición un hombre de piel morena, gorra y camisa azul, la cual daba cuenta de sus labores diarias de la agricultura. Era el Gobernador de la zona de Paparido, Saul Arce Quiragama, quien al saber que sus peticiones
desde hace muchos años estaban siendo gestionadas dijo: “Esto sería una buena acción para la población indígena, tanto para Risaralda y Chocó. Esto es una vía legal, que cobija las veredas del resguardo de Andagueda y 25
veredas del Chocó… Gracias al Gobernador por tener en cuenta a la comunidad Embera Katío”.

Otro líder del resguardo Gito Dokabú, Gilberto Tunai Morrizo, aseguró: “Agradecemos a ustedes para que mejoren este camino, para nosotros salir de Dokabú al Chocó, la gente sufre en la noche y el día, cuando crece el río.
Agradecemos a este proyecto para que progresemos estos caminos anchos…”.


Finalizando la travesía, llamó la atención de una mujer que, con traje tradicional azul hasta las rodillas, collar de colores en el pecho y una cesta pegada en la frente, también sintió curiosidad de saber el motivo de los visitantes.

Su nombre, Roquelina Arce de la vereda Bichubara, quien se refirió a la importancia de mejorar este trayecto: “En este camino nos transportamos cargando canastos, llevando el mercadito, nosotros sufrimos mucho cargando así. Si no tiene mula es duro cargar la Canasta… el Gobierno debe ayudar a los pobres, los caminos y puentes para mejorar”.

Al regreso, retomamos el viaje en carro, demorando una hora para llegar a la vereda Santa Rita y tomar hacia el trayecto Geguadas – Purembará, el cual también bordea el río San Juan, pero este por todo el cañón, agrietado
por otra borrasca que intentó llevarse todo lo que estaba a su paso, entre ello, la única vía que los conduce a Pueblo Rico.

En este lugar inhóspito, parece una población desolada. Allí se diálogo con Bernardo González Bernaza de la vereda Santa Rita: “Estamos muy mal de caminos, ojalá nos colaboren hay muga gente de acá pa’ arriba. Como ocho
veredas son gente a puro hombro cargan mercaditos… ojalá que el Gobernador mejore el camino, estamos necesitados, gente que se ha muerto con mercados al hombro, se han rodado”.

Ya de regreso a Pueblo Rico y tras recobrar el aliento de una jornada de más de 12 horas, el director operativo de la Secretaría de Infraestructura de Risaralda, Juan Pablo Ocampo, explicó que con este proyecto “como se están fortaleciendo los planes viales departamentales, se busca hacer un reconocimiento de los caminos ancestrales, que le permita al Estado poder hacer inversiones una vez que se presenten los diseños de estos caminos”.

 

Las vías beneficiadas serán en Pueblo Rico Itaurí – Chatas, La Punta  Embordo y Dokabú – Alto Currupipí, y en Mistrató, Jeguadas – Purembará y San Antonio del Chamí – La Unión.

De esta manera, la Gobernación de Risaralda viene trabajando en el mejoramiento de las vías terciarias, pero también en la zona de influencia indígena, para mejorar la productividad y la calidad de vida de los   habitantes.

#ejealdia

*Fuente: Gobernación de Risaralda






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